Pocas veces ocurre que los mismos equipos técnicos proyecten y dirijan una obra y la renueven y rehabiliten al cabo de más de veinte años. Ese es el caso del “Centre Comercial Glòries” de Barcelona. Desde el punto de vista de la concepción arquitectónica, el “padre de la criatura” fue José Ignacio Galán, fundador y director de L35 Arquitectos, pero sobre todo un gran amigo, que falleció en 2015 después de diseñar las bases del nuevo proyecto de reforma ampliación y rehabilitación de ese centro comercial que ahora nos ocupa.
En 1992, se terminaba el proyecto de la súper-manzana de la fábrica Olivetti, con cambio de uso para oficinas y centro comercial. Se inauguró en 1995. Tres equipos de arquitectos (BSV-Madrid; Cirici-Bassó y L35 BCN), liderados por L35, redactaron el básico y el ejecutivo.
Lo que ahora describiríamos como “proyecto parcial de estructura”, se confió a dos equipos: NB35 [J. Jiménez, E. F. Fungairiño] y el departamento de estructuras del propio L35 cuyo responsable era quien firma este artículo.
Aquel proyecto contemplaba la rehabilitación de parte del edificio con fachada a lo largo de la Gran Via de les Corts Catalanes y la esquina de la calle Ciutat de Granada, y la nueva edificación correspondiente del resto de la manzana. Lo que quedó del único edificio de Olivetti que se “salvó”, se destinaría a oficinas, junto con un nuevo edificio que se construiría con fachada a la Avda. Diagonal. El resto de la manzana se destinaba a centro comercial y aparcamiento en los sótanos.
El desafío estructural
El reto de 1992, era decidir cuántos sótanos se podrían construir en esta “super-manzana”, que descontando la parte del edificio Olivetti que se rehabilitaría, tenía una superficie de 32000 m2. ¿Por qué era ése el reto? Porque esa zona en que se cruzan la Gran vía y la Diagonal, formando la plaza de las Glòries, está en pleno delta del rio Besós, con nivel superficial de las aguas freáticas a menos de cinco metros de la cota de la calle en planta baja. Evidentemente era un reto para todo el equipo técnico, pero sobre todo, para el equipo de “estructuras”. De nosotros dependía la toma de decisiones. Teníamos que estudiar posibles alternativas justificando su viabilidad y su durabilidad. Evidentemente recabamos la opinión de técnicos con experiencia al respecto. Muchos opinaron desde distintos puntos de vista más o menos teóricos, pero la verdad es que no dimos con nadie que hubiera tenido que afrontar un reto como el que se nos presentaba en Glòries, ni que propusiera ninguna solución aceptable. Al final, con J. Jiménez, como se dice coloquialmente, “nos liamos la manta a la cabeza” y nos pusimos a estudiar a fondo el tema.
Ante todo, necesitábamos un estudio del subsuelo muy exhaustivo: no había ninguna información al respeto: sólo ciertas suposiciones sobre unas arcillas muy impermeables a unos treinta metros de profundidad. El estudio lo encomendamos a la empresa Geotecnia. Un estudio en colaboración pero dirigido por nosotros. Lógicamente, actuamos por campañas sucesivas de sondeos, hasta poder definir un mapa del subsuelo casi en 3D, con la localización de los lentejones de arcilla situados entre arenas en distintas capas y profundidades, y un cauce senil que atravesaba el solar. A partir de ahí, descartamos posibles soluciones como losa de gravedad o losa drenada (que hubiera implicado el sellado parcial de las arenas entre lentejones de arcilla con jetgrouting, y un mantenimiento muy costoso) para centrarnos en la solución que nos parecía más plausible, que era la de una losa anclada.
El problema era la anisotropía del terreno en lo que a permeabilidad horizontal y vertical se refiere. Había zonas muy distintas en ese aspecto, y eso nos llevó a pensar en la necesidad de sectorizar la parcela para poder tratar cada superficie de modo individualizado pero conjuntamente. Después de un estudio concienzudo, comunicamos al equipo de arquitectura y a la Propiedad, que en nuestra opinión, se podía pensar en la construcción de cuatro sótanos, considerando que el último estaría diez metros por debajo de la superficie del manto de agua, y que por tanto, teníamos que considerar el diseño y la construcción de un “vaso” de 32000 m2, sumergido, con una sub-presión en fondo de 10 T/m2. Nuestras explicaciones fueron convincentes, porque se aceptó la propuesta. Ya sólo faltaba proyectar ese “reto”!
Como ocurre en estos casos, lo más complicado es el proyecto de la ejecución: es decir: dada la solución final, cómo llegar a ella constructivamente. Y ¿cuál era la solución final? Como decía anteriormente, una losa de fondo anclada en las capas inferiores del suelo, y unas pantallas perimetrales como paredes del vaso. El esquema de principio (uno de los croquis de nuestros estudios previos: fig 1) puede clarificar la solución: Las pantallas perimetrales, y las pantallas internas, servían para delimitar los ocho sectores que compartimentaron la parcela. Se rebajó el terreno hasta la plataforma de trabajo situada justo por encima del nivel freático. Las pantallas estaban situadas siguiendo la trama de pilares para servir de apoyo a los que coincidían en esos ejes. Los demás pilares descansarían sobre pilotes apantallados. Las pantallas perimetrales tendrían dos filas de anclajes, una casi en la viga de atado, y la otra en el cuarto sótano. Las pantallas de sectorización y los pilotes se excavaron desde la plataforma de trabajo, dejando situadas las armaduras a la cota pertinente. Las pantallas de sectorización, también estaban armadas hasta el nivel de la losa de fondo, pero en la parte superior, eran de hormigón excavable con la finalidad que sirvieran para sectorizar. Todos esos elementos había que calcularlos a tracción, dado que las acciones gravitatorias de la propia edificación no compensaban ni mucho menos la sub-presión. En la fig.2 se puede ver una hoja de cálculo (de la época) de alguno de esos pilotes. La losa de fondo, en realidad era una losa unidireccional nervada: los nervios seguían las líneas de pilares o eran el remate superior de las pantallas de sectorización.
En obra trabajaban a la vez, día y noche, hasta ocho equipos de pantalladoras. Tuve que ponerme a estudiar y/o repasar esas cosas “teóricas” ya casi olvidadas: la teoría del régimen transitorio de Jacob, las leyes de Darcy, la teoría de Hazen… nunca me hubiera imaginado que esos señores, por un tiempo, llegarían a ser casi mis amigos y colegas de trabajo! Lo que sí es cierto es que sus teorías funcionaron: al menos en Glòries funcionaron!
A medida que se iba sectorizando la parcela, se iniciaba el achique de aguas de cada sector, mediante pozos para rebajar el nivel freático. Se hicieron 42 pozos y se llegó a bombear hasta 1.300 m3/h para mantener las aguas a dos metros por debajo de la losa de fondo. Eso permitió trabajar totalmente en seco sobre arenas. En la figura 3 se puede observar el predimensionado de la losa que también formaba parte del estudio previo a la toma de decisiones. Evidentemente, ese nivel freático se iba rebajando a medida que iba avanzando la excavación de tierras de cada sector.
Otro tema clave era el estudio de cómo hacer juntas de dilatación, en una losa con esa sub-presión. Después de muchos intentos, llegamos a la conclusión de que no había que hacer ninguna junta de ese tipo si éramos capaces de controlar la retracción y evitar el afogarado. Eso conllevaba un control muy estricto de la relación agua cemento, y un proceso de curado muy exigente. Dispusimos la ejecución de la losa como si se tratara de un tablero de ajedrez, de modo que primero se hormigonaban las blancas y luego las negras, dejando preparadas las juntas con sección “llave de cortantes” mediante nervometal moldeado a tal fin que actuaba de encofrado lateral del canto de la losa. El curado se hacía por inundación durante más de una semana.
El sellado había que estudiarlo detenidamente: todas las juntas del “damero” y las juntas de apoyo en las pantallas perimetrales (apoyos resueltos con “cremallera” y conectores) debían sellarse con un sistema preparado para juntas sometidas a altas presiones. Lo resolvimos con el sistema “Injecto”, de mangueras semipermeables adosadas a lo largo de las juntas, con inyección ulterior de resinas, previa a la entrada en carga de la losa.
Terminada la losa, y sin dejar de bombear, se levantaron las plantas de sótano hasta planta baja: esos forjados también los diseñamos sin juntas de dilatación. Inventamos un sistema de juntas constructivas provisionales, con casetones diseñados adrede, de poliestireno expandido, y armaduras dobladas (zonas de momento casi cero), que se hormigonarían posteriormente, cuando ya no hubiera saltos térmicos previsibles. O sea: los forjados de los niveles menos uno a menos tres, de 32.000 m2 cada uno, tampoco tienen juntas de dilatación!. Evidentemente, todo lo tuvimos que calcular y “demostrar” dado el alto nivel de exigencia del proyecto, y el control de SECOTEC empresa de nueva implantación en aquellos años en nuestras latitudes.
Sería interesante e incluso apasionante poder explicar detenidamente todos los detalles, y todos los problemas que tuvimos que resolver en obra, pero eso es impensable dado el formato del presente artículo. Por ejemplo: Tuvimos que diseñar una arqueta de bombeo de emergencia en la cabeza de cada pozo (fig 4) que permitiera el paro y recuperación de las bombas sumergidas, y al mismo tiempo que permitiera tapar y sellar el pozo como si fuera una “olla a presión”! y no sólo eso: un sistema que permitiera volver a poder achicar el agua si en algún sector hubiera un fallo que requiriera rebajar el nivel freático. Ni que decir tiene que cuando se empezó esa operación, bomba a bomba, sector a sector, y después de colocar la trapa, se oía silbar el aire del purgador hasta que “callaba”; digo, que ese momento era casi de suspense, un instante mágico. Era el momento de la verdad, el momento en que se tenía que comprobar si todo lo proyectado funcionaba. Y funcionó! La losa había entrado en carga: el manómetro marcaba la presión 103 N/mm2. Todavía hoy, a más de veinte años, la losa de fondo está ahí, y el conjunto del centro comercial no ha flotado!
Y ahora damos un salto de más de veinte años. Nuevas exigencias urbanísticas y de estrategia comercial, motivan un proyecto de renovación, rehabilitación y ampliación del centro comercial. L 35 Arquitectos vuelve a prestar sus servicios, y con L35 Jesús Jiménez y yo mismo volvemos al ruedo. Ahora el reto es de otro tipo. Hay que hacer una transformación increíble del conjunto sin que buena parte de la actividad comercial se detenga. Ahora el reto no es ya la sub-presión, sino la presión del hijo de Urano y Gea, el famoso dios Kronos, que todo lo condiciona, más teniendo en cuenta que la logística tiene que resolver la posibilidad misma de ejecutar a la vez y/o sucesivamente muchas obras distintas en el mismo centro (identificadas en proyecto como “actuaciones” y su número correspondiente: debe haber más de setenta u ochenta distintas). Menos mal que conservábamos en gran mediada el proyecto original que nos describía la situación actual de la zona en que teníamos que actuar. Pero esa documentación no nos informaba de las alteraciones, modificaciones e incidencias de las obras ejecutadas en los distintos locales comerciales a lo largo de esos veinte años.
La principal transformación viene condicionada por el hecho de abrir las calles a nivel de planta baja para que conecten con la trama de las calles perimetrales de la súper-manzana, de modo que el acceso a los distintos locales comerciales esté en este nivel. Eso conlleva unas obras estructurales importantes, de cierre de espacios interiores antes abiertos, de abertura de huecos para escaleras (mecánicas y normales) y ascensores que comunican los dos niveles dentro de cada local comercial; de pasos de instalaciones o incluso de eliminación de pilares y colocación de nuevos ascensores y nuevas escalera mecánicas, o cambio de sentido de las ya existentes; ampliación de aceras, y un gran nuevo edificio en la zona central que se une a los ya existentes para ampliar la zona comercial.
Sería aburrido para el lector si entrara en más detalles, pero para los que lo hemos tenido que proyectar i dirigir ese conjunto de actuaciones, ha sido sumamente complejo y entretenido. Cuando escribo este artículo tengo que decir que todavía estamos en ello.
A principios de diciembre de 2016, se inauguró la nueva planta comercial del primer sótano que antes era prácticamente toda ella zona de aparcamiento: más de sesenta tiendas. También se abrió provisionalmente el acceso desde Gran Vía que deja a la vista lo más noble i emblemático del antiguo edificio Olivetti, con sus cuatro pilares que sea abren y desdoblan en su capitel conformando el marco del gran acceso desde la calle.
El cambio de imagen es espectacular: todas las fachadas ventiladas de piedra, grandes paramentos acristalados; calles antes cubiertas, ahora abiertas y soleadas; las comunicaciones entre la nueva planta comercial del sótano y la urbanización de planta baja en superficie, y lo que todavía está por colocar: las esculturas diseñadas por Mariscal en los enclaves principales de la urbanización.
Aunque por razones obvias, como consultor de estructuras, me he centrado en los temas de mi especialidad, como no podía ser de otra manera, el proyecto arquitectónico, planteó desde el primer momento una serie de objetivos ambientales y medidas de ecoeficiencia que tienen que ver con el paisaje y la recuperación de patrimonio cultural (acceso Gran vía, portal edificio Olivetti) y la mejora de la calidad del espacio ambiental; con la permeabilidad y continuidad con la trama urbana publica a través del Centro Comercial; la transferencia de edificabilidad por la ampliación de actividad comercial y la mejora de oferta a cambio de liberación de zona verde; reducción del aparcamiento y de la accesibilidad en transporte público, y la reordenación del sistema de mercancías (nuevos patios de camiones para carga y descarga) y gestión logística; ahorro y eficiencia ambiental y energética, con reducción en el uso del agua (control de caudales) y utilización del agua subálvea para la limpieza de exteriores y aguas grises; aislamiento de fachadas con doble piel e incluso la utilización de materiales de construcción reciclables sin residuos; nuevo alumbrado de bajo consumo, etc. En resumen: se ha reformado 50.000 m2, y se ha ampliado la superficie comercial en 13.000 m2 hasta un total de 87.761 m2; la superficie de oficinas se ha mantenido igual, 32.852 m2; ha disminuido la superficie de parking en 6.200 m2, quedando útiles 59.513m2, y para servicios comunes, 14.375 m2. Esas cifran dan idea de la magnitud de la actuación.
Realmente ha sido un lujo el hecho de haber podido ser una pieza clave en ese equipo técnico en dos etapas de mi vida, y en dos etapas de ese centro comercial: en su origen y en su remodelación al cabo de algo más de veinte años. Ni que decir tiene, y ya acabo, que J. Jiménez y yo mismo, somos sin lugar a duda, los técnicos más “ancianos” de todos los que han intervenido en esa obra. Cuestión de canas!
Autoria de les fotos: Josep Baquer