La arquitectura recurre a los contenedores como respuesta a cuestiones ambientales, estéticas y técnicas. Estas cajas estandarizadas inventadas en 1956, hoy símbolo de la globalización, son elementos irreferenciables al lugar. No están concebidos para un lugar concreto y en su aplicación en el mundo de la arquitectura se trata de construcciones para una nueva cultura y una nueva era nómada: una arquitectura, a menudo de poner y quitar.
Una gran cantidad de contenedores se retiran de la circulación cada año, a menudo a causa de pequeños desperfectos, debidos a accidentes o por su uso, pero que les impiden seguir formando parte del sistema logístico. De hecho, la vida útil media de un contenedor es de 7 a 14 años. Pasado este tiempo, ya no son válidos para el transporte, pero son perfectos para otros usos. Su reciclaje permitirá reutilizar un gran volumen de material sobrante para reconvertir-lo en elementos útiles (productos del proceso y de la cadena de globalización).
Su versatilidad los hace adaptables y aptos a distintas escalas y funciones. Encontramos contenedores reconvertidos en viviendas unifamiliares, centros comerciales, oficinas, hoteles, restaurantes, refugios, laboratorios, tiendas o arquitectura efímeras.
Incluso ha surgido una nueva categoría constructiva: la cargoestructura o container architecture. Para definirla de manera simple, la cargoestructura consiste en la construcción basada en los contenedores marítimos reutilizables que están en desuso. Hoy en día no se encuentra una oferta educativa específica ni reglada para esta modalidad de arquitectura, de la cual hay abundantes experiencias en todo el mundo.
Las empresas que ofrecen este producto requieren un personal especializado que actualmente no existe. Además, arquitectos y aparejadores carecen de una formación adecuada para poder abordar con seguridad proyectos en un campo que tiene una importante casuística local y que es necesario conocer. Aun así, podemos encontrar algunos cursos de postgrado en esta disciplina. Vamos en buen camino.
En este artículo comentaremos la experiencia de dos despachos catalanes que están trabajando en la cargoestructura y reutilizan contenedores para hacer arquitectura: Duran Arquitectes y ROA Arquitectura.
Duran Arquitectes es un despacho que combina la voluntad de hacer una arquitectura de alta calidad con diseño de vanguardia. Entienden la arquitectura como un oficio al servicio de las personas, que tiene la voluntad de enderezar el espacio y construir volúmenes: una visión muy humanista de esta disciplina que es ciencia y arte a la vez. Se trata de un despacho de dos generaciones que acumula el prestigio y la experiencia de Cesc Duran, en una primera fase de expansión y consolidación y, después, de la mano de Pau Duran, su hijo, y los socios Jordi Comar y Marc Barjola. Un despacho joven que sigue combinando el espíritu de las obras colosales del periodo procedente, con proyectos de arquitectura entendidos como si fueran orfebrería: casas de autor para familias que las han querido a medida.
ROA Arquitectura es un estudio joven fundado por Roger Orriols en el año 2006 que desarrolla y gestiona proyectos de arquitectura flexible, sostenible y de estrategia urbanística, con una proyección creciente en el ámbito internacional y con intervenciones tanto en el sector público como en el privado. El valor principal de ROA es la flexibilidad. Todos los proyectos se basan en arquitecturas flexibles, fundamentándose en la búsqueda de una simbiosis equilibrada entre personas, naturaleza y tecnología. Una arquitectura que retrocede en la explotación infinita de los recursos y del territorio, y que avanza en el respeto medioambiental y las nuevas tecnologías: arquitectura con sentido común.
Los valores funcionales de los contenedores
El camino que ha llevado a hacer uso de los contenedores en construcción es bastante diferente de un despacho a otro y da muchos datos sobre las características del sistema. En Duran Arquitectes, fueron dos los factores que impulsaron a investigar sobre contenedores: factor económico, que fuera lo más barato posible y factor temporal: acortar el plazo como parte del ahorro económico y por requerimientos del cliente. El primer encargo en aplicarse esta investigación fue un quiosco de bebida en un parque, a realizar en muy poco tiempo y con un presupuesto muy reducido.
De esta primera experiencia, aprenden las cualidades y problemas del material y sus potencialidades: la rapidez en la construcción es un factor a tener en cuenta, característico de los contenedores, pero en cambio, el espacio ha de ajustarse mucho al módulo para que salga económico: si el espacio necesario es muy amplio y diáfano, o incluso complejo, no sale a cuenta usarlos si quedarán muy trinchados. Es por ello que en el segundo encargo del quiosco que recibieron, con unos requerimientos muy parecidos a los del primero, optaron por un sistema de montaje en seco a taller pero sin la base del contenedor dado que el espacio requerido era mucho más amplio que el del módulo.
Mostrar el material de manera explícita
Posteriormente lo han aplicado a proyectos de más relevancia, con más libertad para adaptar el diseño al módulo y se han creado varias viviendas unifamiliares muy interesantes, donde el conocimiento del material y la experiencia técnica han permitido poder sacar el máximo rendimiento, tanto funcional como constructivo, reduciendo costes de construcción (sobre los 930€/ m2 de PEC, año 2011), reduciéndose plazos y finalmente creando espacios interiores interesantes y agradables, incluso exponiendo el origen del material de manera explícita en el exterior. Este último punto se explota al máximo en uno de sus últimos encargos, la casa Volta en Terrassa, donde el componente estético es el que toma la máxima relevancia.
Pero sobre este componente estético hablaremos más adelante extendidamente y por lo tanto volveremos a los temas más técnicos: básicamente lo que se hace es sanear el contenedor recuperado del mercado de segunda mano una vez no son aptos para el transporte, por algún tipo de defecto (valen unos 600€ variando en función de su estado), sanearlos – aunque muchos – están hechos de acero corten, y mecanizar su adaptación al nuevo uso. El problema más grande recae en el escaso grosor de la chapa que forma la caja, que dificulta tanto el corte como la soldadura, precisando de la aplicación de refuerzos adicionales previos allí donde se ha de manipular. También puede dar problemas el estado del suelo de madera que muchos contenedores traen desde su origen.
Siempre, los contenedores, se han de aislar térmicamente, por fuera (con una nueva hoja exterior de acabado, y entonces no se puede ver el contenedor en fachada) o, como se hace más usualmente, por el interior. También hay la alternativa de realizar los dos recubrimientos. En alguno de los proyectos que presentamos se ha aplicado esta última solución.
En realidad, el contenedor, lo que ahorra mayoritariamente no es hacer el envolvente sino la estructura. Esta estructura preexistente, por el contrario, es la que permite realizar buena parte de la adaptación en taller con los beneficios de esta manera de trabajar: mayor rapidez y calidad de la construcción, y sobre todo, mucho menos tiempo de ocupación del solar durante las obras, que implica también muchos menos desplazamientos de operarios y de suministros hasta allí con el ahorro de horas de desplazamiento, gastos y contaminación debidas al transporte.
La repetición es la última característica donde los contenedores tienen puntos a favor. Un edifico con habitaciones repetidas es donde el contenedor compite más favorablemente frente a otros sistemas constructivos, sobre todo si la repetición se adapta a su módulo.
Por último están los problemas de tipo legal o normativo: principalmente son dos: los problemas que ponen las OCT (en caso de que intervengan) para un material no reglado, y el de la altura mínima de habitabilidad por la cual cosa, si se quiere realizar, hace falta utilizar un tipo de contenedores más altos que los estándar para conseguir la altura mínima libre, los llamados High Cube que hacen 275 cm de alto en comparación con los estándar que hacen 240 cm (siempre hablamos de altura libre aproximada dado que los contenedores se miden en pulgadas).
Minimizar los residuos
Al estudio ROA Arquitectura la decisión de trabajar con contenedores tiene el origen en una reflexión previa – previa y más amplia – del propio estudio de tener como objetivo construir generando el mínimo posible de residuos, y aprovechar cualquier excedente de otras actividades como a material de construcción y así colaborar en minimizar también los residuos de estas otras actividades. Una vez tomada esta decisión el uso del contenedor les viene, curiosamente, de un requerimiento que no es técnico ni económico, ni de reducción de residuos, sino formal y representativo del cliente: la demanda de unas oficinas con carácter diferencial respecto a las otras ofertas de los competidores. Estos dos objetivos – el previo y el del cliente – no son contradictorios como puede parecer, sino que se complementan perfectamente y son coherentes con los criterios del despacho: el cliente pide una diferenciación estética y el arquitecto la hace realidad con un material de reciclaje.
Como ya hemos dicho antes, hablaremos de los referentes estéticos y simbólicos de los contenedores en el punto siguiente y, por lo tanto, seguimos ahora exponiendo otros temas de tipo más técnico. Acabamos de cualificar los contenedores como un material reciclado pero también hemos dicho que es un material reutilizable. El límite entre uno y otro concepto en este caso es poco claro, posiblemente se podría determinar según el nivel de la intervención precisa para hacerlo habitable. Si se manipula poco se podría decir que es un reciclaje. El nivel de intervención con el contenedor base suele ser directamente proporcional al nivel de confort demandado. No es lo mismo convertir contenedores en un chalet de varias plantas que en una caseta de obra. De hecho, el mercado del contenedor de segunda mano es muy activo y, en la mayoría de casos, el uso que le da el comprador es precisamente el de un hábitat con pocos requisitos de confort: almacén provisional, casetas de obra o agrícolas, trasteros, etc…
Lo que ha calculado el estudio ROA es que con tres usos: transporte marítimo, vivienda y refugio, los balances de energía como material son positivos. En el segundo uso el ahorro ya es del 60% respecto al primero y si este contenedor termina como refugio prefabricado, el balance ya está entre un 2% y un 7% positivo. En cuanto al coste económico, los porcentajes son de un ahorro del 21% en el segundo uso y de un 80% en el tercero (siempre en comparación a un edifico modelo de referencia).
En cuanto al uso del contenedor como vivienda – o, mejor dicho, como hábitat- ROA Arquitectura plantea la hipótesis de que es el medio que pueda facilitar que este hábitat pueda ser móvil y adaptable, tanto en dimensiones como en localización, de manera que se pueda transportar a un nuevo emplazamiento si los usuarios necesitan este cambio de lugar, o bien un cambio de condiciones (como por ejemplo ampliar superficie). Este planteamiento irá unido a otro concepto aún más revolucionario: la desaparición de la propiedad privada del suelo – y, por lo tanto, el fin de la especulación del suelo como bien comercial para llegar al objetivo final de conseguir una economía circular y más justa socialmente.
La visión mucho más amplia e innovadora del concepto de casa del estudio ROA, donde esta se puede desplazar y, por lo tanto, el contenedor diseñado exclusivamente para este fin, en principio, sería una buena base de trabajo muy acertada porque une los dos conceptos de hábitat y de transporte. Ara bien, ninguno de los contenedores-hábitat de los dos estudios se ha movido de lugar y el planteamiento de un cambio económico y de valor de la propiedad del suelo parece estar lejos. Nuestra opinión es que sin necesitar este cambio, también se puede plantear, – puede, eso sí que sea solo desde las administraciones públicas- en usos de emergencia, como pueden ser la acogida de refugiados a causa de fenómenos naturales o bélicos, desplazándose fácilmente los refugios, ya preparados para su uso, al lugar donde se necesite, e incluso condicionarlos para transportar otros elementos necesarios, como podrían ser desde comida hasta las tuberías para implementar el saneamiento en el nuevo emplazamiento.
Una segunda reflexión, relacionada con la anterior sería que estos contenedores ya estuvieran pensados y diseñados desde un principio para facilitar el segundo uso (o usos) de manera que la energía, los gastos y las dificultades normativas se reduzcan al máximo para adaptarlos al segundo uso, una vez el primero ha dejado de ser posible. Este criterio podría ser aplicable a muchas otras cosas que tienen un uso efímero y unos elevados costes medioambientales como residuos. Un ejemplo muy simple podría ser el de las bolsas de plástico. Hasta que no se produzcan como un material reciclable o no haya un cambio de gestión de usos que las haga innecesarias, se podría empezar por fijar que las medidas de las bolsas de plástico de los supermercados y las de los cubos de basura sean las mismas (con distintas medidas, por cada fracción) y que sea obligatorio usarlas para la basura.
Esto implicaría retocar, en Cataluña, algunas normas, y facilitar a los fabricantes de bolsas el cambio de medidas y características. De esta manera se conseguiría duplicar la vida útil de estas bolsas. Si se consiguiera, finalmente, en los puntos de recogida de residuos y vertederos ¡reciclarlos ya sería un éxito enorme!
Pero no parece fácil de conseguir ni tan sólo una cosa tan simple como el de las bolsas (reducido en un ámbito pequeño como el de Cataluña), aunque menos debería ser el de los contenedores, que tiene un ámbito mundial. Pero si se quiere realmente reducir residuos y no malbaratar energía, no hay otro camino que repensar y optimizar todos los procesos de producción de los bienes que consumimos. En los contenedores hay una gran potencialidad, incluso simbólica, ya que existen porque existen los productos de consumo y la deslocalización productiva.
La fuerza estética de los contenedores
El contenedor es uno de los productos eminentemente paradigmáticos de la era industrial. Con una estética fuerte, diferenciadora y “brutalista”, el material se muestra tal y como es, en toda su dureza. Al mismo tiempo, tienen un gran potencial y se adecuan a los principios de firmeza, durabilidad y utilidad, con una estructura que posee propiedades de resistencia excepcionales.
La refuncionalización de los contenedores, su paso de objeto cuotidiano a obra arquitectónica espectacular, cambiando completamente su función y sus valores estéticos podría recordar a aquello que Duchamp llamaba ready-mades (ya desde 1915) y que consistía en poner nombres artísticos a objetos producidos industrialmente. Objetos desarraigados de su contexto original, desfuncionalizados y convertidos en arte. En este caso, la reutilización da una nueva función, pero si consideramos que el motivo principal del reciclaje es estético, puede que sí podríamos hacer cierta comparación con ellos.
En el mercado inmobiliario y de diseño podemos encontrar carteles, webs, titulares donde podríamos leer eslóganes del tipo:
- Casas practicas y estéticas hechas con contenedores.
- Contenlandia: la diversión infantil en un contenedor reutilizado
- Glamcontainers
- Pop-up hotels con contenedores marítimos
- Kargo, el estilo contenedor reinterpretado
- Mueble de estilo industrial fabricado en acero e inspirado en los contenedores de carga marítimos
Así pues, encontramos que la arquitectura de los contenedores busca soluciones con un alto impacto estético, escogiendo proyectos que generen en los sentidos connotaciones de modernidad, estética industrial, desnudo del material, contrastes entre la brutalidad del acero y los acabados lujosos añadidos.
Contenedores de ética y esperanza
El contenedor debería de ser una respuesta racional a un problema, superando las cuestiones estilísticas o formales que a veces se priorizan. Su reutilización debería de ser una lección de ecología básica y, además, se deberían reutilizar con un simple condicionante, de esto debería tratar, de un mínimo esfuerzo para su nueva vida arquitectónica. Se debería de dar una segunda, tercera o cuarta oportunidad a estos objetos descartados para el transporte y que el impacto de reconvertirlos en elementos constructivos fuera inferior al de transformarlos en materia prima de nuevo.
Ya en los años 60 aparecieron las primeras muestras de arquitectura modular que, con una fuerte estética futurista, ofrecen solución a una sociedad industrializada y masificada. Desde ya hace algunas décadas y dadas las inquietudes medioambientales y la voluntad de reciclar, han proliferado los proyectos que incluyen los contenedores marítimos como centro. Se han aplicado estas propuestas tanto para situaciones de emergencia como para viviendas de lujo o centros comerciales y oficinas para así añadir cualidades estéticas fuertes.
Convendría entonces ver si el uso de contenedores marítimos en construcción se aplica más como una moda del boom del reciclaje y como estética de aquella industria (contenedores como espectáculo arquitectónico) o como cualquier cosa verdaderamente útil y con razones de reciclaje y sostenibilidad en todos los sentidos. Sea como sea, la arquitectura modular, móvil y apilable con contenedores marítimos reciclados ya no es ciencia ficción.
Autoria de les fotos: Duran Arquitectes i ROA Arquitectes
Nota del editor
Este artículo fue publicado originariamente en L’informatiu número 375 de setiembre de 2018.