El arquitecto técnico Rubén Fernández explica su experiencia profesional en Doha, capital de Qatar

Imagen del aparejador Rubén Fernández

Los profesionales jóvenes que acabaron los estudios universitarios hace pocos años no lo tuvieron nada fácil para iniciar su vida laboral. La construcción en nuestro país sufría una profunda crisis de la que apenas empezamos a ver el final. El entorno económico era desfavorable: algunos despachos cerraron, mientras otros buscaban nuevos mercados y clientes fuera del país, aprovechando las diferentes iniciativas de fomento de la internacionalización profesional. Algunos de aquellos jóvenes decidieron emigrar para ejercer la profesión en otros países. Hoy, con la promesa de una reanudación de la actividad en nuestro país, algunos de los que emigraron han vuelto. Otros han decidido continuar su aventura internacional. Es el caso de Rubén Fernández Sabaté, que ya lleva varios años ejerciendo la profesión en Doha, la capital de Qatar, un país ubicado en una pequeña península del golfo Pérsico. Rubén ha decidido quedarse y, además, lo recomienda: «Debería ser obligado salir del espacio de confort, es la única manera de poder crecer y aprender tanto personal como profesionalmente».

 

La crisis debió comenzar más o menos cuando todavía estabas en la Escuela, ¿cómo la viviste?

La mayor parte de la crisis sucedió mientras estudiaba, era cuando el espíritu pesimista estaba instaurado en la sociedad y cuando en la facultad se respiraba un ambiente de frustración cada vez que salían los datos del paro juvenil.

A pesar de que la crisis afectaba especialmente a nuestro sector, la mayoría de los compañeros de clase estábamos haciendo prácticas o compaginando los estudios con pequeños trabajos. Yo estaba acabando la carrera mientras hacía prácticas y clases de inglés. Antes de acabar los estudios empecé a trabajar para una importante constructora estatal e internacional. Fue entonces cuando me surgió la oportunidad de poder ir a trabajar a Qatar. A pesar de tener un trabajo estable en un momento en el que la demanda era muy elevada, decidí apostar por irme.

¿Por qué?

Siempre he tenido la inquietud de querer ir a trabajar al extranjero, me parece una manera extraordinaria de aprender nuevas culturas y formas de trabajar.

Esta inquietud fue creciendo durante los veranos. Aprovechaba las pequeñas vacaciones de verano mientras estudiaba la carrera para comenzar las primeras experiencias internacionales. Aunque no estaban relacionadas con el mundo de la arquitectura, todas ellas tenían un gran factor de aventura, y me sirvieron para aprender inglés y otros valores intrínsecos que solo se pueden entender cuando vives la experiencia en primera persona. Todas estas pequeñas aventuras me ayudaron a tomar la decisión de ir a Qatar.

¿Cuál ha sido tu experiencia?

Actualmente vivo en Doha, la capital, donde trabajo como arquitecto técnico en la gestión de proyectos desde hace poco más de dos años. Esta experiencia me ha permitido aprender a marchas forzadas la gestión de proyectos, una de las competencias como arquitecto técnico que desde mi punto de vista podemos desarrollar mejor, gracias al conocimiento de todos los procesos de la construcción, desde la fase de inicio y la planificación de proyectos hasta la ejecución y la entrega.

Hoy todos los indicadores dicen que la actividad reaviva en nuestro país. ¿Te planteas volver?

La decisión de irse es siempre complicada, sobre todo cuando ya tienes trabajo a 20 kilómetros de casa, pero en mi caso no me lo pensé más de 24 horas. Creo que es indispensable salir constantemente de nuestra zona de confort para fomentar el permanente aprendizaje profesional.

Por este motivo, actualmente no me planteo la vuelta a casa a corto o medio plazo. Los retos, la responsabilidad y los proyectos en los que estoy involucrado en Qatar serían impensables en Barcelona, especialmente con la edad y experiencia que acumulo.

¿Qué valores te ha aportado tu estancia en otro país?

En la sociedad donde vivimos, los cambios dan miedo por naturaleza: cambiar de empresa, alejarte de la familia y los amigos, cambiar de casa… En definitiva, cambiar unos biorritmos a los que ya estabas acostumbrados y que ya habías hecho tuyos. Es precisamente esto lo que me hace disfrutar de la experiencia de ir a trabajar al extranjero.

Todas las nuevas experiencias, que no siempre  buenas, te proponen nuevos retos que hay que superar y desencadenan un aprendizaje que se puede aplicar tanto a la vida personal como a la profesional. A mí, la experiencia internacional me ha despertado valores como la amistad, el esfuerzo, la valentía, la humildad y la igualdad, todos ellos indispensables en la sociedad en la que vivimos.

¿Es el aparejador un profesional valorado en el extranjero?

El arquitecto técnico es una figura profesional que en muchos países no existe como tal. Al principio es un poco complicado de hacer entender, pero cuando defines las competencias te das cuenta de que jugamos con la gran ventaja de dominar todos los procesos constructivos para poder hacer una buena gestión y ejecución de proyectos.»Es decir, el aparejador puede añadir valor en todas las fases del proyecto. Este hecho, a pesar de no ser muy conocido en muchos de los casos, se detecta una vez el profesional desarrolla su trabajo diario, trabajo que termina siendo valorado y que es clave para asegurar el éxito del proyecto

En caso de que decidieras volver, ¿qué has aprendido fuera que podrías aportar a tu ejercicio profesional?

Insisto en que por el momento no me he planteado la vuelta. De hecho, me gustaría disfrutar de la misma experiencia en otro país antes de volver a Barcelona. Estoy seguro de que la capacidad integradora, la experiencia en grandes proyectos y los nuevos procedimientos son áreas de conocimiento que podré aplicar en cualquier tipo de proyectos.

Cabe decir que el proceso constructivo en Qatar no se diferencia mucho del proceso al que estamos acostumbrados. Sin embargo, la magnitud de los proyectos y la presión para cumplir las fechas de entrega obligan a una muy buena organización durante todas las fases del proyecto. Esto provoca que los procesos estén detallados, estructurados y controlados para evitar cualquier desviación, o en caso de padecerla, para poder corregirla.

Las dunas del desierto

Trabajar en Doha ha permitido a Rubén Fernández descubrir una nueva cultura y también una nueva manera de vivir. Dice que su integración ha sido más sencilla de lo que se podía imaginar inicialmente, «el 87% de la población de Qatar es extranjera, esto me ha permitido conocer y relacionarme con gente de diferentes países e ideologías que están en una situación similar a la mía.”

Aunque el nivel de exigencia y dedicación en el trabajo es muy elevado, debe serlo todo. Rubén Fernández siempre había pensado que el deporte era un elemento importantísimo de integración. En este sentido, explica que los partidos de fútbol del lunes y los partidos de tenis playa del sábado son citas irrenunciables y muy recomendables para romper con la rutina y el estrés del día a día.

«Tampoco imaginaba cómo de hipnóticas podían ser las dunas del desierto y la emoción de explorar nuevos terrenos encontrando playas idílicas escondidas en lugares inauditos.»

Autoria de les fotos: Rubén Fernández y varios

Nota del editor

Este artículo fue publicado originariamente en L’Informatiu número 356 de junio de 2018.

Autoría del artículo

Carles Cartañá

Arquitecto técnico colegiado núm. 6.600 y director de L’Informatiu Más artículos

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